El papá, Emilio cuidadaba especialmente sus tomates, que a toda la familia gustaban tanto.
Al comienzo de la primavera labraba y abonaba el huerto, para después plantar las pequeñas plantas de tomates. Las atendía con mucho mimo.
También como todos los años cuando comenzaba el calor las pequeñas arañas rojas llegaban al huerto a pasar las vacaciones.
Se acomodaban en las hojas de las plantas, sujetándose con sus patitas por debajo de ellas. Lanzaban sus hebras de seda meciéndose en ellas y pasando de una hoja a otra. Las hojas les proporcionaban todo lo que necesitaban : alimento y cobijo.
Papá Emilio todos los dias pasaba por el huerto para ver como crecian sus tomateras. Las revisaba y atendia dándoles los riegos necesarios , escardándolas y cuidando que nada les faltase.
Las arañitas rojas eran diminutas y se escondían detrás del follaje con lo que Emilio no podía verlas.
Un dia, Emilio llegó al huerto y encontró las hojas de un color amarillento y la planta con aspecto enfermo.
- ¡ Oh ! no puede ser. ¿Que pasa ?. Todo el esfuerzo para nada - gritó Emilio.
Las arañas rojas escucharon las quejas , pero siguieron comiendo y riendo. Al fin y al cabo estaban de vacaciones y solo querian disfrutar y pasarlo bien. Ellas no entendian el lenguaje de los humanos, pero Emilo tampoco comprendía el suyo y además eran tan diminutas que no las veía.
A Pedrito, que tenía doce años, su profesor de Ciencias Naturales le había explicado que los pesticidas químicos eran absorbidos por las hojas y luego pasaban a los frutos que se irian a comer.
Pasaron algunos días sin que Emilio se decidiera que hacer. Un día se encontró con un vecino y le contó su problema.
- Mira Emilio, a mí me pasaba lo mismo y lo que hice fué mojar las hojas con agua todas las mañanas. A las arañas no les gusta la humedad -
A la mañana siguiente Emilio se decidió a seguir el consejo de su vecino . A partir de entonces, casi todos los dias regaba encima de las hojas.
A todo esto las arañas rojas empezaron a quejarse del tiempo que les hacía.
- Jo , no para de llover - dijo una.
- Si , se nos han estropeado las vacaciones - repuso otra.
Muchas de ellas hicieron las maletas y se fueron a otro lugar con clima más soleado. Otras , las menos , se quedaron. Después de todo, humanos y arañas rojas no somos tan diferentes, a la mayoría les gusta tener un tiempo soleado y cálido durante las vacaciones.
Emilio había solucionado el problema y ese año pudo recoger una buena cosecha de tomates.
¡Qué cuento tan bonito¡ Casi me dan pena las pobres arañitas rojas...
ResponderEliminarDesde luego que parecen buenas las arañas, y por supuesto el cuento, pero lo bueno del cuento no hace buenas a las arañas.
ResponderEliminarDe aquí al premio Nobel de Literatura sólo hay un paso.
Nos ha gustado muuucho a los dos. Igual has equivocado la vocación.
El cuento de las arañitas colorás es bonito pero el narrador de las hazañas de ELMESSI tampoco se queda corto. Caramba, ¿qué hacéis perdiendo tiempo con un blog? Vosotros deberíais ir directamente al Best Seller...y las chicas, las chicas a preparar platillos para los mejores restaurantes¡¡¡
ResponderEliminarEs un lujazo tener una seguidora como Begoña.
ResponderEliminarNos vemos.